lunes, 16 de abril de 2012

Sola como hongo.

por Daniela Gutiérrez

Y esto empieza así, un día en el que aquella
pequeña niña sentía estar sola como hongo.
Todo empezó un día
frio y lluvioso, en un pueblito alejado de la ciudad, un martes 13, en el que
una jovencita da a luz a un ser impresionante. Era una niña, un bebé que con
apenas 2 horas de nacimiento se queda huérfana, su madre murió y nunca se supo
quien fue su padre. Desde ahí la mujer
que ayudó a su nacimiento se hizo cargo de ella. A partir de que fue creciendo
la señora la obligaba a trabajar y a hacer lo que fuera por obtener dinero,
tanto era el afán que la obligaba a robar. A ella no le gustaba pero sentía una cierta obligación porque para ella
era su madre y tenía que cumplir sus órdenes.

Al pasar el tiempo la
pequeña que se convirtió en una joven supo la verdad sobre su nacimiento, la
verdad que nunca le habían dicho. Al saber esto ella se sintió muy mal,
desilusionada al ver que la vida que tenia no era autentica; con lagrimas
rodando sobre su mejilla decidió irse y alejarse –me voy de aquí, de lo que se
supone que es mi hogar—dijo ella.
Al salir de su casa
empezó a caminar y caminar hasta llegar
a un cerro alejado. Pasaban las horas y le daba más hambre y sed. Más tarde,
ella seguía llorando, no se explicaba porque le había pasado eso a ella, se
sentía muy mal por haber hecho todo lo que esa señora la obligaba a ser.
Al llegar la noche,
estaba oscuro, sentía esa soledad y silencio que transcurría en el cerro. No había ni un rastro ni una señal de alguien
que la pudiera ayudar. La joven sentía una desesperación inmensa al pensar todos
los peligros que se estaba exponiendo, se empezó a imaginar cosas que le
podrían pasar y así fue creándose historias horribles.
Decidió seguir
caminando para poder llegar al pueblo; caminaba y caminaba, empezó a ser un tiempo y camino agobiante,
frustrante y largo. Lo que ella no sabía era que sólo estaba dando vueltas a un
mismo lugar y así jamás encontraría la salida.
La joven al ver que
era un camino interminable se rindió y se sentó a la orilla de una piedra
gigante y empezó a llorar. Pocos instantes después sintió una respiración detrás
de ella; era como si las piedras respiran, como si tuvieran
vida propia. En ese momento más que en los demás se nubló de miedo y
sentía estar sola en el mundo.
El silencio solo se
escuchaba y ella entristecía más. De repente sintió una vista ciega y una luz
oscura y decidió seguirla ya no podía
perder nada.
Al caminar se
encontró con un niño, a ella le pareció muy extraño pero se sintió muy felice
por tener a alguien con quien estar y poder salir de ese lugar.
Cuando lo vio corrió
y le dijo -- Hola, ¿Qué haces aquí
solo?- - dijo ella
--Hola, pues mira
este es el camino para ir a mi casa y todos los días paso por aquí—
-- Ah Ok, oye podrías
decirme como salir al pueblo es que estoy perdida y llevo más de 4 horas aquí y
no sé qué hacer, estoy desesperada—le dijo ella con lagrimas en los ojos.
-- Si, mira no te
preocupes—
-- Ay muchas gracias
Dios te lo agradecerá, eres como un ángel—
-- ¡Pero has durado
mucho aquí! —
-- Sí, lose pero es
que tengo algunos problemas y no sé qué hacer, sabes me gustaría contarte—
-- Claro, tu eres la
pequeña niña que perdió a su madre ¿no?—
--¡Sí! ¿Cómo lo
sabes? Es impresionante—
--Es que Dios haya
arriba me dijo que viniera a buscarte que necesitabas mi ayuda— Ella al
escuchar esto, se quedo muy impresionada, era maravilloso que no estaba sola. Y
con una gran sonrisa y alivio voltio para arriba para el oscuro y
resplandeciente cielo.
-- Gracias Dios eres
lo más grande que hay en el mundo—
Así el niño la guio
hasta una pequeña luz que se veía a lo lejos.

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