por Víctor Córdova Flores
Amanece una vez más y comienza un nuevo día lleno de rutina, tristeza y un ligero aire de esperanza en el campo de refugiados de Shek Kong. Sale el sol y Yu sale a ver el amanecer como lo hace cada día. Antes de salir saluda y le sonríe a Johnny, un amigo imaginario que se materializa como una mancha negra en la pared. Para Yu, el instante en que el sol hace presencia en el comienzo del día, era el instante de la libertad, la máxima ilusión. Este niño centra su mirada en las montañas distantes donde nace una y otra vez la imponente bola de fuego que ilumina al mundo, barriendo la oscuridad del día anterior.
Yu es un niño vietnamita que vive con su familia atrapado en un campo de refugiados ubicado en Hong Kong. Al igual que muchas otras familias, la suya fracasó en el intento de huir de su país natal, Vietnam, hacia otro territorio en el cual pudieran encontrar mejores oportunidades y condiciones de vida. Su patria natal, Vietnam, en esos años en la posguerra (1957), se encontraba bajo una densa nube gris que la guerra, la violencia y los enfrentamientos políticos habían generado, volviendo a este territorio en una ambiente tenso y difícil para la vida.
La familia de Yu, es decir, sus tres hermanas de siete, seis años y una niña pequeña, su padre, su madre, su abuelo y su abuela habían abandonado Vietnam por la hambruna y los problemas políticos que tenía su padre, quien luchaba contra el comunismo.
En el crudo y duro viaje, la familia tuvo tristes pérdidas, que cobraron la vida de dos de sus integrantes.
Después de ésta terrible experiencia, regresaron a Asia donde fueron retenidos en China y enviados a este campo regulado por británicos, donde todos los viajeros, o como les decían “boat people”, que no habían llegado con éxito terminaban. En este pequeño lugar dividido en barracónes donde dormía la gente, siempre reinaba un aire de monotonía, resignación y un poco de melancolía. Aunque el paisaje de esta historia se ve muy oscuro, Yu siempre trataba de ver las cosas a su mejor manera, al igual que su padre, quién siempre lo ayudaba y alentaba con frases de esperanza. Cada vez la gente se veía más cansada, y no muchos eran los que conseguían los permisos para ir a Estados Unidos o hacia otros países más atractivos. En medio de este ambiente, nuestro personaje principal conoce a un nuevo amigo en la escuela durante una clase de la señorita Spencer, la cual le agradaba de gran manera a Yu. Rápidamente se hicieron grandes amigos y se tomaron confianza, contando anécdotas y recorriendo los alrededores del campo. Tiam, su nuevo amigo, era reprimido duramente por su madre, al igual que Yu en varias ocasiones. Ellos dos hablaron y convivieron durante un día casi entero, en el cual se hicieron mejores amigos, los dos agradeciendo que hubieran podidose encontrar el uno al otro.
En una inesperada escena, Yu encuentra a un perro, quién se convertirá en uno de los mejores amigos de su vida y en uno de sus mayores problemas en una semana. Yu temía de que le fueran a quitar al perro o que su madre se fuera a querer comerlo. Yu entre sus preocupaciones centradas al problema denominado ¿Qué voy ha hacer con él?, le puso Ajedrez al perro por sus manchas blancas y negras. En el clímax del problema o de la trama del cuento, Yu se tiene que enfrentar con, su situación, las bandas callejeras de la sociedad, con su familia y con muchos contras y escenas más antes de concluir la historia que seguro nunca olvidará.
Este gran libro contiene una mezcla de esperanza, golpes de la vida, amor y alegría representados en objetos y situaciones muy originales, la historia no abarca grandes hazañas ni arriesgadas acciones, mas sin embargo no hace necesidad de éstas para que se convierta en una novela, entretenida, divertida e interesante para cualquier lector.
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