por Valeria Wild
Había logrado sostenerme en la bicicleta sin el apoyo de uno de mis padres, aunque no era la mejor haciéndolo me sentía que había logrado algo impresionante que nadie me podría superar, me costaba mucho trabajo girar los pedales, pero eso no me importaba, porque salía todas las tardes entre 5 y 6 a andar en ella, varias veces me perdí ya que sólo iba ahí en los veranos a pasar un tiempo con mis abuelos, tíos y primos por parte de mi papa. Después de que ese mismo día me había perdido pase por una subida que me costaba mucho trabajo pasar por ahí pero seguí intentando, al llegar hasta arriba sosteniéndome con los pies fijamente en el suelo por un momento me distraje con mi hermana mayor y separe los pies del suelo. La bicicleta se iba de regreso con una velocidad que me lastimaba los pies, en ese momento la bicicleta se fue de lado provocando que me cayera. Cuando abrí los ojos me dolía mucho el brazo y no lo podía mover, mi rodilla sangraba y empecé a llorar. En un segundo me acorde del camino para llegar a la casa y mi hermana me ayudo a llegar.
Mis padres se asustaron y me llevaron al hospital, ahí me curaron y desde entonces tengo una cicatriz en mi rodilla que me hace recordar mi viaje a Suiza.
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