por Sofía Oviedo
Era temporada de lluvias, las calles amanecían encharcadas a diario, pero eso no evito que saliéramos a jugar.
Un sábado en la mañana, Alex prometió jugar conmigo, cruzamos al parque mas cercano de mi casa, al llegar ahí vimos un enorme árbol, era increíblemente perfecto para construir una casa, perfecto para pasar las tardes de las vacaciones, un gran proyecto para dos pequeñas personas.
Sacamos todas las herramientas que encontramos en el almacén de mi casa , no importo en ese momento aquellas palabras de mi mamá acerca de la seguridad, queríamos hacer una casa y la queríamos hacer ya.
Durante tres días trabajamos todas las tardes, y por fin, un gran resultado, una casa con un columpio, puertas y una cubeta que simulaba un elevador.
Un día ellos llegaron, eran 2,5 años mayores que nosotros y querían lo que nos pertenecía.
Quedamos en un acuerdo, una carrera de bicis definiría quien se quedaría con la casa.
Llevábamos la delantera, si, quizá llevaba poco de aprender a usar mi bici pero raramente íbamos ganando, continuo alex y ganamos. Ellos se enojaron, lo golpearon y se fueron corriendo.
Eso no importo, la casa era nuestra.
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