martes, 29 de noviembre de 2011

Mi última vez como panadero y la primera vez que la vi.

por Víctor Córdova Flores

Ahh, los rayos del sol entran por mi ventana, me volteo pero la luz ya ha a invadido toda la habitación.
Parece que ya se me hizo tarde. Me levanto y me desperezo, en efecto, ya se me había hecho tarde.
El desayuno de hoy fue un plato de cereal con leche, creo que algún día me voy a cansar de mi increíble desayuno de todos los días. Saludo a mi perro Chuyín mientras bostezo, ¡rayos!, olvidé darle de comer esta mañana. Enciendo el auto, ya son las ocho en punto, con este tiempo, llegaré una hora tarde al trabajo. Hoy en especial no siento muchas ganas de ir al trabajo.


Cuando llego al trabajo saludo a Roberto, el es mi único amigo. Llevamos siendo amigos desde que trabajo en esta horrible compañía fabricadora de panques. Al verme desanimado me pregunta:

-¿Hey, que sucede?
-No, nada - le respondo.
-Anímate – dice Roberto mientras me voy alejando velozmente.

Yo sólo sonrío y trato de despejar mi cabeza, pues no me imagino lo que me espera al llegar a la oficina del gerente. Cuando cruzo, el gerente, un señor delgado, con lentes y de cara amargada, me pone tremenda reprimenda. Debido a mi retraso. Me pregunta porque he llegado tan tarde los últimos días, y yo le respondó así:

-He tenido algunos problemas en casa.

La verdad es que no ha habido ningún problema excepto que odio mi trabajo.

El gerente sigue hablandome de mi indeseable comportamiento, cuando por fin le digo:

-Renuncio.

Firmé unos papeles y me retiré del edificio. Me despedí de Roberto y salí a mi auto. Por un momento pensé encender el auto e irme a casa. Solo que esta vez no iba ser lo mismo, tenía que tomar un camino distinto. Prendí el auto y aceleré.

Ya llevaba media hora conduciendo sin destino cuando me dí cuenta de que la gasolina se había agotado. Estacioné el coche a un lado de la banqueta de un parque y salí a caminar.

Seguía pensando sobre qué iba a hacer ahora con mi vida, cuando a lo lejos vi una figura, al parecer era un mujer, sí, era una chica paseándo a su perro. Creo que iré a hablarle, no tengo nada que perder, aparte, es realmente bella.

Generalmente no soy muy bueno para hacer esto, la última vez que lo intenté, terminé hablando solo en la cafetería de la secundaria.

Me acerqué y dije:

-Hola.
-Aahh, hola – contestó.

Parecía que la había asustado, rayos, tenía que decir algo para romper el hielo.

-Mmm y, ¿cómo se llama? - dije yo preguntando por el perro.
-Se llama Chuyina – dijo aún con un tono de voz que denotaba algo de inseguridad.
-Wow, igual que el mío – agregué.
-¿En serio? – contestó

Parecía que ya no estaba tan asustada.

-¿Cómo te llamas? – le pregunté para seguir conversando, pues la chica me parecía bastante atractiva.
-Soy Marta.

Seguimos conversando largo rato, es increíble, jamás había conocido a una persona que tuviera tanto en común conmigo. Incluso compartía mi gusto por las papas fritas de limón. La platica continuó, nunca me había divertido así hablando con alguien. Me contó que ella también odiaba su trabajo. Ella trabajaba en una fábrica de pasteles salados, su jefe también era un payaso con ella. Al contarle lo ocurrido en esta mañana, dijo que era lo mejor que pude haber hecho, incluso me contó que ella iba a renunciar a su trabajo, ella me contó que su sueño era ser una artista profesional, me presumió que no pintaba nada mal y me prometió que algún día me enseñaría sus obras. Es extraño, nunca había sentido ese cosquilleo en el estómago.
Al pasar los minutos volteó a ver su reloj.

-Bueno, creo que me voy a terminar con mi sufrimiento pastelero - dijo despidiéndose.
-Ok, nos vemos, ¿podré encontrarte por aquí algún día? - le pregunté.
-Tal vez, adiós.

Se despidió sin decir más, la seguí con la mirada hasta que se perdió de vista al cruzar en una esquina, fue increíble, todo lo que me preocupaba hace unos minutos, ya no tenía valor ni efecto absoluto en mí.
    Ojalá pueda verla otra vez.

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