por María José Taboada Obregón
Érase una vez una noche de Navidad... Toda la ciudad de Wolstay festejaba tranquilamente como todos los años.
Todos los habitantes festejaban, cenaban, cantaban o dormían, pero todos estaban ocupados haciendo algo. Todos menos la señora Consuelo Jr., la amargada de la ciudad.
Era la señora más odiada de el pueblo por las siguientes razones:
Todos los días entraba a los jardines de los vecinos y los regaba con veneno para que se marchitaran las plantas.
Cuando alguien le regalaba alguna cosa, ella lo rompía y lo dejaba en la basura de la persona que se lo regaló.
Sus conversaciones eran así:
-Buenos días, Señora- saludaban sus vecinos.
-¿¡¡¡¡¡Qué quieres!!!!!!? -contestaba.
Nunca festejaba nada , lo único que festejaba era Halloween: regalaba piedras. Y algunas veces recordaba los cumpleaños de sus hijos y el cumpleaños de su esposo. Cuando lo recordaba, regalaba limones y piedras. Pero ese día de Navidad, mientras todos hacían algo de sus vidas, ella dormía.
En sus sueños se veía haciendo todas las acciones que hace diariamente y cómo sus actos afectaban a sus vecinos, a su ciudad y a su familia. Veía y escuchaba las conversaciones de todas las personas a las que molestaba. La criticaban y a ella le fastidiaba. Así que al día siguiente cuando despertó memorizo todo su sueño y empezó a hacer todas las acciones que nunca pensó que iba a hacer:
Saludó a todos los que normalmente la saludan y a los que nunca la saludaron les sonrió como nunca, compró regalos para su familia, vecinos, y para toda la ciudad de Wolstay.
Arregló todos los jardines que había dañado, las tiendas, las casas y más.
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