por Beto Estrada Alcaraz
¡Aaaaa! Gritaba yo mientras iba de reversa a punto de chocar.
5 horas antes. Desperté un sabado normal, eran como las 8:30 de la mañana bajé y me puse a ver la tele. En eso bajó mi padre y dijo: hoy el León juega. Yo me enojé porque en esos tiempos yo no le iba al León y no me gustaba ir al estadio (cosa que ahora me encanta), desayuné hígado encebollado, unos cuantos minutos despues me empecé a sentir mal del estómago, fui al baño para ver si disminuía el dolor y no, jamás disminuyó. Algunos minutos después empecé a sentir náuseas, vomité -¡BARF!- empecé a llorar. Mi padre para contentarme me dijo – si te contentas te compro un helado – yo dejé de llorar y me puse feliz por el helado, mi padre me dijo – ve a calentar el auto – yo dije – martes-.
Fui al auto a jugar y empecé a fíngir que conducía pero yo moví la palanca y me fuí para atras. ¡Aaaaa! Gritaba yo mientras iba de reversa a punto de chocar, mi padre corría tratando de alcanzar el auto, mi padre me decía- ¡da vuelta!- yo muy asustado choqué con una pared y hasta entonces me dí cuenta que nunca debo mover la palanca porque puedes chocar, me regañaron y jamás me dejaron volver a hacer eso, ahora lo cuento como una anécdota pero en ese entonces estaba muy asustado.
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