por Víctor Manuel Cordova Flores
¡A correr! Todos pisan a fondo el acelerador. Henry arrancó con fuerza al volante de su Mustang 67. Los demás corredores habían quedado atrás. Henry era de los mejores corredores callejeros de Cuba. Era famoso y reconocido por toda la ciudad, incluso por gente como la policía. Correr en las calles a 160 km/hr tenía sus riesgos, siempre aparecía la molesta policía con sus “Tsurus” arreglados para correr como auto de carreras para sabotear la carrera y meter a Henry a la cárcel..
¡A correr! Todos pisan a fondo el acelerador. Henry arrancó con fuerza al volante de su Mustang 67. Los demás corredores habían quedado atrás. Henry era de los mejores corredores callejeros de Cuba. Era famoso y reconocido por toda la ciudad, incluso por gente como la policía. Correr en las calles a 160 km/hr tenía sus riesgos, siempre aparecía la molesta policía con sus “Tsurus” arreglados para correr como auto de carreras para sabotear la carrera y meter a Henry a la cárcel..
Esta vez nada iba a ser diferente, en algunos instantes iba a aparecer algún gordo policía queriéndolo encerrar tras las rejas. Ya faltaba poco para llegar al bulevar Guevara y ganar la carrera, cuando de pronto...
Apareció un “tsuru” blanco con la sirena encendida.
-Ash- dijo Henry
-Baje del coche inmediatamente- dijo un policía gordo con una mano en el volante y la otra sosteniendo una dona glaseada. Henry había metido la quinta cuando de repente... ¡¡TASS!!, un coche llegó por un lado y le chocó a Henry.
-Maldita sea- exclamó Henry cuando su Mustang destrozado derrapaba por la calle sin control.
Cuando por fin el auto dejó de girar descontroladamente, Henry intentó salir del auto, pero en eso llegó el policía gordo y lo tacleó tirandolo al suelo. Henry forzejeó pero no pudo zafarse. Lo esposaron y lo subieron al “Tsuru”, que por cierto al entrar notó un cierto olor a cafetería. El policía no dijo nada y encendió el auto. El policía condujo con Henry en el asiento trasero hasta la central de policía que estaba en la calle Domínguez. Ahí los recibió el jefe de policía en persona, que le indicó con la mirada que entrará al cuarto que estaba enfrente, el jefe y el policía gordo atrapó a Henry comenzaron a murmurar. Al entrar Henry vió que había alguien esperándolo, un hombre alto, blanco, lleno de canas y con bigote.
Cuando por fin el auto dejó de girar descontroladamente, Henry intentó salir del auto, pero en eso llegó el policía gordo y lo tacleó tirandolo al suelo. Henry forzejeó pero no pudo zafarse. Lo esposaron y lo subieron al “Tsuru”, que por cierto al entrar notó un cierto olor a cafetería. El policía no dijo nada y encendió el auto. El policía condujo con Henry en el asiento trasero hasta la central de policía que estaba en la calle Domínguez. Ahí los recibió el jefe de policía en persona, que le indicó con la mirada que entrará al cuarto que estaba enfrente, el jefe y el policía gordo atrapó a Henry comenzaron a murmurar. Al entrar Henry vió que había alguien esperándolo, un hombre alto, blanco, lleno de canas y con bigote.
-Siéntate y ponte cómodo- dijo el señor
Henry se sentó y vió desconfiadamente al hombre que se encontraba enfrente de él.
-Mmm.. ¿te apetece un trago?- le ofreció el señor
Henry solo se negó girando la cabeza.
-Bien vamos al grano. Te tengo una propuesta, qué dirías si te ofreciera entrar a la LMC (liga mundial de carreras).
- ok, ¿esto significa que salgo de aquí?
- Exacto y aparte de eso recibirás una paga, recibirás un auto de parte de la compañía para la que vas a trabajar y una residencia en Florida con costo de 3 y medio millones de pesos.
- Muy bien, acepto.
- Ten, aquí está el contrato, sólo debes firmar aquí, aquí y por acá.
Después de muchas firmas en diferentes partes del contrato, se terminó por definir que Henry iba a correr el próximo fin de semana en Hawaii. Henry viajó a Hawaii en el vuelo de la tarde. Llegó el día siguiente a Hawaii en donde como le prometieron, recibió una paga por adelantado de un millón de pesos, que aprovechó en un día entero paseandose en las calles del centro de Hawaii en su nuevo Corvette supercargado.
Pasó una semana entera vacacionando en Hawaii conociendo chicas, yendo a fiestas y preparándose para la carrera. Ya había pasado una semana, ya era sábado en la mañana, era hora de correr. Salió en su coche a toda velocidad medio despeinado ya que se le había olvidado que debía despertarse temprano y el día anterior se fue a una fiesta en el bar Tiki tulaka.
No tardó mucho en llegar al estadio, pues no había mucho tránsito, todos estaban llenando las gradas.Todos los competidores ya habian llegado a los vestidores. No parecían las mismas personas que salían en la tele los sábados en la mañana, nadie parecía que fuera a dar mucha batalla.
Henry parecía tener todo a favor, subió al Lamborghini que le prestó la compañía.
Encendió el motor, sonaba poderoso. Empezó la cuenta regresiva, diez, nueve, ocho...
Todos empezaban a resortear con el acelerador, hasta que se escuchó el número uno que marcaba el inicio de la carrera. ¡¡Comienza!!, todos pisan el acelerador a fondo.
Henry agarraba velocidad y empezaban a definirse el lugar en que cada corredor quedaba.
Al parecer había preferencia en las gradas, pues todos gritaban el nombre de Bernard Suflé, un francés que conducía un Peugeout color rojo. Bernard empezó a acercarce peligrosamente por la izquierda de Henry, cada vez se acercaba más, solo le faltaban unos metros para rebasar a Henry que tenía problemas para controlar el Lamborghini. No pasaron más de diez segundos para que lo alcanzara, hasta que... ¡¡tas!! Bernard le chocó a Henry por atrás y tomó la delantera. Henry perdió completamente el control y chocó contra las barras contenedoras de la pista.
- ¡maldito!- exclamó Henry
- jaja- rió Bernard
Henry sin vacilar aceleró y rebasó al mexicano Toño Peréz que iba en 4to lugar. Hubo problemas para rebasar al que iba en tercer lugar, este era el estadounidense Fornulli que estaba empecinado en estorbar a Henry para pasar.
Henry empezó a desesperarse porque faltaba poco para que un creído como Bernard Suflé ganara esta carrera, así que aumentó la velocidad y le chocó al americano. Fornulli salió hacia un lado perdiendo el control.
Ya estaba cerca de el francés Suflé y el alemán Swercher. Solo faltaban unos metros para llegar a la meta, el alemán empezaba a tomar velocidad y a alcanzar a Bernard. Bernard se dió cuenta y frenó para quedar a su altura, después giró el volante y golpeó suciamente a el corredor alemán. El auto alemán había quedado destrozado y comenzaba a girar alocadamente en la pista. Cuando Henry pudo librarse del amenazante girar del auto alemán,
Bernard, ya había ganado.
Henry llegó a la meta y frenó. Perder lo había hecho tener más ganas de volverlo a intentar y vencer al fanfarrón del francés. Salió del auto y le dijo a Bernard Suflé:
-Nos vemos en Argentina-
Bernard se limitó a sonreir altaneramente y salir hacía los vestidores.
Pronto estos dos corredores se volverían a enfrentar.
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