por Estíbaliz Córdova Flores
-lector:(risitas patéticas en el fondo del escenario).
George y Oswaldo estaban preparándose para la obra de inauguración de la
escuela, todavía tenían bastante tiempo, pero este año era especial, porque era
el 9ª aniversario de la escuela, y también el primero en el que ellos
participaban, pues acababan de entrar a secundaria.
Al tocar el timbre fueron a buscar al misterioso maestro Steven, ya que él
era el coordinador y el encargado de los horarios, querían preguntarle a qué
hora tenían permitido ensayar en el teatro. Cuando llegaron a su oficina se
dieron cuenta de que estaba completamente vacía y de que el librero estaba
arrumbado como si un monstruo lo hubiera azotado, pero los textos que se
hallaban esparcidos por todo el suelo no eran todos libros, si no conjuntos de
hojas grapadas o sostenidas con un clip tapadas con portadas y lomos de libro.
Oswaldo se agacho y agarro todos los que cupieron en sus manos, pudo leer
títulos como “la casa de Bernarda alba”, “Otelo”, “la divina comedia” y muchos
más que trato de grabar con plumón indeleble en su mente pero en vez de eso
pareció que lo hizo con lápiz de color blanco, porque nunca más los volvió a
tener presentes en su gran libreta de la memoria. George le recomendó que los dejara como
estaban porque podían descubrir que se habían metido a la oficina y culparlos
de haber dejado un tiradero. Al darse vuelta para irse se encontraron con el
profesor Steven que tenía cara de que estaba a punto de decirles “son cursis”.
Los dos se asustaron, y no voy a decir que estuvieron a punto de resbalarse, porque efectivamente se cayeron justo encima de lo que quedaba de los escritos. Steven no hablo en el proceso de caída, ni tampoco después de este, únicamente paso se sentó, espero a que le pidieran perdón y salieran corriendo de la oficina.
Después de esto, los compañeros empezaron interrogarse sobre lo sucedido, y
a tratar de investigar sobre los “libros” que habían encontrado en el despacho
del maestro, pero al no acordarse bien de los nombres intentaron encontrar
información buscando con títulos parecidos a “oleto”, “la diva de la comedia” y
“la casa de Bertha y alba. Lo único con lo que pudieron concluir es que
definitivamente no se llamaban así.
Decidido estaba que ahora ya no había coordinador a quien preguntar, así
que lo único que quedaba era entrar a hurtadillas al teatro con los libretos
bien escondidos dentro de sus chamarras.
Al día siguiente, los dos en silencio entraron al teatro, las luces estaban
apagadas y no se veía nada, Oswaldo prendió la luz y en el escenario habia una
capa tirada al lado de un bigote notablemente falso, se acercaron y se oyó como
si movieran una mesa con mucho cuidado. Llenos de curiosidad se subieron de un
salto al tapanco y se asomaron hacía los camerinos pero no alcanzaron a
distinguir nada. Asustados, se voltearon a ver mientras dibujaban ese color tan
particular del miedo uno en la cara del otro, se escucho el rasguido de una
tela y consecutivamente el portazo proveniente de la entrada trasera.
Convencidos de que no había sido su imaginación, le dijeron a Lucy Aíde,
Danila, Joseph Adriano, Orosco Alexander, thiego Ángelo y a Fabiano.
Los cuatro le creyeron, pero solo Danila y Joe Adriano fueron a verificarlo
al día siguiente, a mitad del camino Danila se retiro por que prefirió escuchar
cri-cri que estaba de moda en ese momento (o porque le dio miedo).
Al llegar al teatro la luz estaba
encendida, el piano estaba limpio y la franela que antes lo cubría estaba
tirada en el suelo. George se quedo en las butacas de atrás y Joe Adriano junto
con Oswaldo avanzaron al tapanco. Se oyó que giraban la manilla de la puerta
principal, todos se asustaron y voltearon, pero lo único que obtuvieron fue una
gran desilusión, pues parado justo en la entrada, se encontraba Fabiano. El en especial les había creído la historia,
pero no quería ridiculizarse haciendo que todos se enteraran de ello, porque ya
bastante ridículo era un fantasma en el teatro y aun peor si te lo habían
contado George y Oswaldo mientras se orinaban del susto.
Fabiano avanzo con total naturalidad mientras que los demás se quedaban
inmóviles observando. Subió al tapanco, se poso en medio, y de la obscuridad de
los camerinos salió una figura esbelta y alta diciendo “buuuuuuu”.
Apuesto que no había sido la
intención de Fabiano morir de miedo en un teatro, pero cuando Fabiano iba
recorriendo el camino hacía el escenario, imagino bestias peludas, esqueletos
bailarines y calabazas risueñas, ya con un agudo “buuuuuu” era suficiente para una rápida, simple y sencilla muerte.
(Nótenlo todos los que leyeron ghost girl y creyeron que morir por un pandita
atascado en la garganta era ridículo)
De su cuerpo se levanto un espíritu
y demando que de aquí a que la escuela cumpliera 100 años en cada aniversario
que terminara con 9, en un grupo de 9 alumnos, moriría el indicado descendiente
de él.
Steven disfrazado de Don Juán Tenorio se acerco al cadáver y para verificar
su inercia, lo miro y acordó con los
otros niños, que se habían quedado pasmados a diferentes distancias del
tapanco, que guardarían en secreto lo ocurrido. Y como Fabiano no era de gran
importancia para su familia no fueron necesarias las mentiras, quedando todo como
un misterio que les daba mucha flojera resolver.
Steven era un loco aficionado del teatro musical, ensayaba sus guiones en
los recreos, y como fue descubierto por estos niños, les infundió la misma
adoración loca al teatro, deschavetándolos y provocando la “deschavetación” de todo su grupo.
Y ahora la leyenda corre riesgo de volverse realidad, pues el grado de
séptimo está conformado de 9 alumnos, en el 19¨ aniversario, e igual que Ian Oswaldo,
Lucy Aíde, George habid, Joseph Adriano, Danila, Orosco Alexander, thiego
Ángelo y Fabiano, ellos cursan el primer año de secundaria.
Esta leyenda está dedicada a todos los alumnos que llegaron a creer que
había un monstruo en el teatro, pues ahora saben la verdad.
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