martes, 13 de diciembre de 2016

Por Ximena Valdés

Era 8 de Agosto del 2016, mi dermatóloga necesitaba que me sacaran análisis de sangre así que fui a un laboratorio acompañada de mi papá. En ningún momento de mi vida me habían sacado sangre así que estaba un poco nerviosa, ademas de que no había ingerido alimento alguno en el desayuno.
Llego mi turno, la enfermera menciono mi nombre, al igual que yo mi papá también necesitaba del análisis así que también era su turno.
Me sentaron en una silla alejada de todos, llego una enfermera quien me dijo que no tuviera miedo, cualquier cosa ella estaría allí (el asunto es que ella no sabía lo que iba a suceder después). Me levanto la maga del brazo derecho y puso una cinta sobre mi antebrazo, no encontraba mi vena después de 3 picadas. Intento con el otro brazo y el resultado fue igual. Llamo a un doctor y después de 3 minutos de buscar, 3 tubos que contenían mi sangre fueron llenados y llevados a análisis.
Al terminar todo esto me dijeron que podía pararme, mi papá me hablo y me dijo que fuera con él, camine un pasillo largo hasta llegar a donde el estaba, me dijo que quería que viera como le sacaban sangre pero eso no pudo suceder ya que lo último que recuerdo fue que le decía: Papá me siento mareada.

Estaba en mi cama, el sol entraba por la ventana y los perros se escuchaban a lo lejos. Quería seguir ahí pero algo no me lo permitió.

Desperté, lo primero que vi fue un techo blanco, varias enfermeras alrededor mío preguntando mi nombre y edad, sentía frío debajo de mí y tenía un fuerte dolor detrás del cráneo, creí que me había herido pero momentos después descubriría que no es así, me cargaron y llevaron a un cuarto alejada de todo con música relajante, no podía levantarme, el dolor de mi cabeza me hacía estallar.
Cuando estuve mejor me sacaron radiografías, al parecer todo estaba bien, me había desmayado pro 3 minutos y estaba bien.
Lo único que no es que la palidez nunca se fue al igual que la baja presión.

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