El
lugar estaba frío, los pájaros silbaban débilmente, Era grande,
ahí en un claro del bosque había camionetas con hielo en las
ventanas por la lluvia, que en la noche anterior había atacado el
campamento. Las personas que se encontraban allí en el bosque con
frío dentro de sus casas de campaña con sus chamarras y sleeping
bags acurrucados en el suelo.
Los lobos habían aullado toda la noche anterior a muchas millas más
lejos. La fogata ya apagada humeaba débilmente esperando a que
quitaran las maderas mojadas y pusieran nuevo carbón y nueva madera,
pero eso no pasaría pues el campamento ya había acabado.
Entonces
unos lobos entraron en el campamento vieron algo de su agrado un
hombre alto, gordo, fuerte, pelón pero con una barba respetable, sus
cicatrices y sus arrugas marcas de peleas en bares y el tiempo, su
nariz aguileña y tirado en el suelo por tantas cervezas. Los lobos
pensaron que ese tosco hombre era como un regalo era tan fácil
alcanzaría para toda la manada con un aullido solo uno toda la
manada podría comer, pero la codicia alcanzo al grupo de lobos “pero
si ellos lo habían encontrado, que la manada buscara su propia
comida” entonces el hombre se movió y uno de los lobos lo mordió
justo en el cuello y los lobos se llevaron al hombre.
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